A la luz de la Luna

- No es lástima... es... que te entiendo...

Suspiró, cerrando los ojos. Sentía las lagrimas caer sobre su hombro. Y algunos leves temblores. Se sentía tan... bien. Había olvidado lo que un abrazo podría lograr. Ese sentimiento de ser invensible. Le resultaba tan... especial.

- Jaja... - se rió al escuchar que no le daba lástima. No dejaba de largar lágrimas ni de abrazarla, no le mostraría su rostro empapado por ese agua lastimosa. Su risa era un tanto falsa...y un tanto cierta...pero estar con ella no le hacía daño, de hecho sentía que le importaba a alguien.

Se separó de él, mirándole. Lágrimas. Adoraba ver las lágrimas en víctimas, pero... le molestaba verlas en él. Gruñó, acercando las manos a su rostro. Le secó las lágrimas, para luego dejar las manos a cada lado de su rostro. Se acercó lentamente a él... y se detuvo en su mejilla, mordiendola apenas. Se separó, sonriendole.

- ¿Recuerdas lo que dije de mi obsesión...?

Y luego se separó, comenzando a caminar por donde había venido, riendo levemente.

- Otro de mis defectos es el ser olvidadizo... - la memoria a corto plazo no era su fuerte.

Se sintió bien en verdad, ella le limpió las lágrimas y pudo sentir su suavidad frotando en su rostro. No pudo evitar sonreír como un infantil niño. Le había disgustado ser así a él mismo, pero con ella...no le importaba mostrarse tal cual era al menos...hasta el momento le había aceptado.

Estiró sus brazos hacia arriba, haciendo que sus huesos crujiesen. Dejó escapar un gemido ahogado a causa del esfuerzo. La luna le iluminaba directamente, ya que no había lápidas altas que taparan la luz solar. Suspiró, para luego mirar por sobre su hombro a Enrik.

- ¿A dónde me llevarás? -sonrió, pensando en su forma de auto-invitarse.

La mirada de Enrik se quedó petrificada en un espacio-tiempo totalmente alterno pensando en ello. ¿Tan olvidadizo era como para olvidar que le había dicho que la llevaría a algún lugar? ¿Realmente le había propuesto tal cosa?. Por fuera, sólo se lo veía estático mirando un punto fijo del paisaje con la mirada perdida. Por dentro, esta batalla de preguntas y respuestas se llevaba a cabo en el escenario más agitado que podría existir. Así era la mente suya después de todo.


- Te mostraré algo...¿vamos a la cascada? - respondió sin lógica alguna, ya que no sabía realmente si él había propuesto algo o no, pero en fin...no estaría mal.

Comenzó a caminar hasta pararse al lado de Katty...y mientras esperaba su respuesta comenzó a darse cuenta del romanticismo del lugar al que irían, no lo había pensado antes. Se ruborizó y trató de ocultarlo.

Luego de esperarlo un par de minutos, ya a su lado, le miró. Parecía algo alterado. Pero no un alterado nervioso. Sino... un alterado diferente. Además del pequeño rubor en sus mejillas que le resultaba completamente... adorable. Se estremeció al pensar que catalogaba de adorable algo. Suspiró, pensando un momento. No sería extraño que se sonrojara, si es que tomaba en cuenta que el lugar al que la había invitado era algo... al estilo romántico.

- De acuerdo... Veremos si vuelan los corazoncitos en el aire

Se ruborizó aún más. Obviamente ella notó lo cursi de la cascada. Miró hacia el otro costado por un momento, evitando que ella viera el rostro que había puesto. Se quedó pensando en si llevarla o no, ahora estaba más nervioso.

Le miró unos segundos. Evitaba mostrarle el rostro. Seguramente estaba ruborizado. Se preguntó si estaría tan nervioso como ella pensaba que estaba. Y porqué lo estaría. Pensó en cosas que había leído en algunos libros de psicología. Pestañeó, para luego colocarse frente a él. Ladeó el rostro de forma en que quedara frente al de Enrik, mirandolo a los ojos.

- ¿Qué te pasa, soldado?

- Estoy bien - le dijo sonriendo mientras una gota de sudor caía por su rostro.


Comenzó a jugar con sus dedos, pinchando con la uña por entre medio de cada uno, al terminar con los 8 espacios, volvió a pinchar en el primero, en donde ya no se sentía. Y así lo hizo hasta encontrar una manera en la que los sintiera a todos a la vez, luego se rascó un ojo, por consiguiente el otro, comenzó a picarle el rostro. Estaba muy nervioso y ya era algo notorio. Rascó su nariz de ambos costados, se relamió el labio comenzando por la izquierda y hacia la derecha. Luego lo hizo en sentido opuesto. Luego hacia abajo. Luego hacia arriba. Se acomodó la ropa, tronó los dedos de sus pies.

Estoy bien. Claramente no lo estaba. Se le veía demasiado nervioso. Justo ahora que ella comenzaba a sentirse tranquila y relajada. Suspiró. Podía ver como su neurosis aumentaba. Muchos tics juntos, demasiados. Estaba sacandole de quisio. Tomó su rostro de ambos lados con la mano, y se acercó a él. Le mordió la mejilla derecha. Luego la mejilla izquierda. Y le miró a los ojos, sin soltarle.

- ¿Quieres tranquilizarte? No entiendo porqué estás tan nervioso o ansioso o lo que sea

No sintió dolor alguno por las mordidas y pensaba que al menos había mordido ambas y no podía sentir que le faltaba algún lugar. Volvió a picarle el ojo, lo cerró fuerte ya que no podía rascarse con las manos, luego cerró el otro. Cerró ambos juntos para abrirlos y quedarse contemplando el rostro de ella. Estaba nervioso y no podía controlarlo, este era el punto en el que no podía controlar sus ataques neuróticos.


- Yo tampoco lo entiendo... - dijo con la voz un poco apenada. Dentro pensaba que no le gustaba ser así, resultar tan raro para los demás y encima no poder cambiar. No poder mejorar.

Le vio cerrar los ojos y luego abrirlos. Le gustaba la forma en que pestañeaba, y no sabía porqué. Usualmente le gustaba ver como cerraban o dejaban abiertos los ojos definitivamente. Suspiró al oír su voz apenada. Quizás había sido algo ruda al decir eso. Despues de todo, él no tenía la culpa. Le soltó el rostro, rozando las mordidas con el dedo índice de su mano derecha. Observaba fijamente las mordidas, espectante. No sangraban, pero el color rojizo que habían dejado hacían un gran contraste sobre la pálida piel del chico.

Sientose un escalofrío cuando sus dedos tocaron el rostro. Imitó tal movimiento, pero con ambas manos. Sin darse cuenta comenzó a acariciarle las mejillas con el dedo pulgar mientras le sostenía la cara. Hacía movimientos circulares con estos dedos. Acercó su frente y la reposó sobre la de ella, respetando que fuera justo en el centro. Las puntas de sus narices también se rozaban. Abrió bien los ojos y se perdió en los de ella, tan reflejantes del alma que controlaba su voluntad.

Sentía caricias en sus mejillas. Delicadeza, tranquilidad. Se sentía cálido. Y luego Enrik apoyando su frente contra la de ella. Y la miraba fijamente a los ojos. Por un lado, sentía que debía salir de esa situación. Pero por otro... le gustaba. Dejó la mirada clavada en la de él. ¿Por qué se veía tan atrída a mirarle? Sonrió de medio lado.

- Esto es medio raro, ¿no crees? -se separó de él, mirandolo.

Odiaba asustar a la gente con sus actitudes repentinas. Dentro de su mente se autogolpeó por todo el cuerpo hasta estar completamente machacado. Tenía marcas violetas. Comenzó a psicomatizar y su cuerpo experimentaba dolor verdadero, no se atrevió a mirar si de verdad tenía moretones o no.


Sentía algo por ella, lo sabía, de alguna manera sentía que ella tenía algo. Estiró ambos brazos hacia los costados, dejando a la vista su bolso antes escondido y su cuchilla, atada al muslo. Caminó hacia ella lentamente.

Observó que se acercaba a ella. Le miraba fijamente, intentando prestar atención a cada movimiento. Notó una cuchilla atada a su muslo y una mochila en su cintura. Era extraño, antes no lo había notado. Volvió la mirada a sus ojos.

- Lo lamento...pero deseo esto tanto... - se acercó aún más, ahora reposó su mano por la empuñadura de su cuchilla, por si la necesitaría. Su rostro se mostraba tranquilo, decidido, miraba fíjamente a los labios de Katty.

Arqueó una ceja, mirándole. Había colocado la mano en la empuñadura de su daga. Se sintió amenazada. Y extrañamente, le gustaba. Le miró fijamente. ¿Qué era lo que deseaba tanto hacer? Gruñó por lo bajo.

- ¿Qué intentas hacer, soldado?

Se movió rápido y comenzó a acercarse para que ella retrocediera hasta que estuvo acorralada contra una tumba. Colocó el filo de la cuchilla sobre el cuello de ella y acercó su cuerpo hasta que estuvo muy pegado al de ella. La miraba a los ojos en todo momento.

Al sentirse acorralada, pensó en todas las probabilidades de huir. Pero al sentir la daga sobre su cuello, se detuvo. Era demasiado aterrador. Y le gustaba. Sintió el cuerpo de él apegado al de ella. La mirada en sus ojos era... demasiado. Sentía las ansias a flor de piel.

- No busques por dónde escapar...no puedes hacerlo - dijo y de repente, ya con ella a su merced, apuntó con su cuchilla ahora rodéandola con esa mano por detrás, con la otra empujó su cara y besó intensamente contra sus labios.

No busques por dónde escapar...no puedes hacerlo. Iba a replicar. Pero al sentir unos labios sobre los de ella, se sintió imposibilitada. Era diferente a lo sucedido con Vergil. Esto era bestial. Y le encantaba. Sin saber porqué, comenzó a correspondele el beso. Le mordía el labio y por momentos, la lengua.

Las mordidas lo apasionaban, hacían que quisiera presionar más sus labios. Mordió los de ella, podía sentir que estaba comiendo toda la boca de ella como tanto lo había deseado. Liberaba todos sus nervios en ese beso, tirando fuerte de la lengua de ella, entrelazándola con la de él. Con su mano comenzó a tirar del cabello de Katty.

Al sentir las mordidas, se sintió extasiada. Comenzó a tirar del cabello de él, al igual que él lo hacia con ella. Se separó, mirandolo. Gruñó bajo. No entendía como era que le hacía sentirse así.

- Qué extrañas cosas que desea el soldado