Intentando relajarme.

Nero quería relajarse, desestrersarse, estar tranquilo. El caminaba sin parar hasta que llegó a un bosque, parecía relajante así Nero se sentó en la hierba y apoyó su espalda en un árbol, cuando el posó su espalda en aquél árbol cayeron varias hojas, que caían sobre el. Vinieron algunas ardillas y se subieron a su hombro, se acurrucaron en él y se quedaron dormidas. La brisa del viento, el silencio era algo que no todos los días se podía escuchar tan tranquilamente.

Logró escpaarse del orfanato en un descuido, y se adentró en el bosque. Sí, de volver, volvería, pero en ese momento, sólo quería estar rodeada de naturaleza. Vio unas ardillas y sonrió. Eso era la parte bipolar de ella. Podía matar, pero luego, sonreía al ver unas ardillas. Las comenzó a seguir, perdiéndose entre la espesura del bosque.

Las ardillas se subieron al hombro de un muchacho y se quedaron dormidas sobre él. Suspiró cansada. Le gustaba el juego de perseguir ardillas... Y ahora... Miró a los lados. Estaba perdida. Genial.

Las ardillas se despertaron al oír pisadas de alguien y Nero abrió los ojos. Vio a una chica..¿Estaría perdida? Se levantó y subió sus dos manos a sus hombros, las ardillas se posaron en su mano y las dejó en el suelo. Se acercó a la chica, contemplandola mientras en cada paso se acercaba mas a ella.

- ¿Estás perdida? - dijo secamente, ya que ella le había molestado en su momento de relajación.

Parpadeó dos veces y retrocedió mientras él avanzaba. No le gustaba la cercanía de las personas, quizá algo común en una misántropa. No le respondió. Pero, por si acaso, metió la mano en su bolsillo, tomando su daga, sólo por si la situación se descontrolaba.

¿La chica estaba asustada, o Nero creía eso? Se acercó un poco más, pero vio una especie de objeto punzante, se paró de inmediato, sin hacer el mismísimo ruido.

Tragó saliva. No podía mostrarse débil, como una cría.

- No, no estoy perdida... - murmuró.

Avanzó hasta quedar a una distancia considerable.

- ¿Tienes miedo?

Ugh, odiaba eso. No sabía exactamente por qué, pero no le... disgustaba tenerlo cerca, como al resto. Se... estremecía un poco al tenerlo cerca, y eso no le gustaba mucho.

- Claro que no. - respondió

Vio que todavía ella no había guardado su objeto punzante y se echó atrás. La miró a los ojos y sonrío un poco. ¿Cómo? Sonreir...Él ya no recordaba como era eso, ¿por qué sonreía ahora? Era...raro esa sensación.

- ¿Qué haces por aquí? ¿Desconectar? Ah, y..No te voy hacer nada.

- Doy un simple paseo... - le contestó, sacando la mano de su bolsillo. - ¿Eres también del orfanato?

Se calmó al ver que sacaba la mano del bolsillo.

- Por desgracia también lo soy..Vine aquí para reflexionar un poco y para desconectarme un poco de todo.

Asintió, y comenzó a buscar a las ardillas de nuevo. Las encontró en un árbol más lejos y se sentó frente a ella, observándolas.

Vio que la chica se iba y la seguía. ¿Estaba buscando....las ardillas? Era raro, la verdad es que ahora todo es raro. Se sentó al lado de la chica.

- Por cierto..¿Cómo te llamas?

Lo miró a su lado. Era extraño. La gente solía alejarse de ella. Oh... ya entendió por qué. Aún no conocía su bipolaridad ni su pqueña manía con la sangre. De seguro era por eso.

- Cassandra Richmond. - le respondió. - ¿El tuyo?

- Natsume... ¿japonés? - preguntó.

Ok, un minuto.

¿Desde cuando le importaba alguien? AIns, seguro era falta de sangre... Total, hacía tiempo que no tomaba un poco. Sacó la daga de su bolsillo y se hizo un pequeño y delicado corte en el dorso de la mano, y comenzó a tomar la sangre -que no era mucha- que salía de su herida.

- Sí, Natsume es japon...- se pausó al ver que se hacía un corte. - ¡¿Qué haces?! ¡Te harás daño! - dijo mientras se arrancaba un trozo de chaqueta y la vendaba la herida.

Quiso alejar su mano pero no pudo. Estaba desconcertada. ¿Desde cuándo a alguien le importaba que ella hiciera eso? Lo miró sorprendida.

- ¿Qué haces?...

- ¡No! ¿Qué haces tú? Te hiciste daño..No es bueno. - apretó el nudo que la había hecho. Pero..¿desde cuando le preocupaba tanto algo? Si la acababa de conocer..

- Me gusta la sangre... - murmuró, aún un poco desconcertada, mirando su mano. - La suelo tomar. La gente suele verse mejor con sange, ¿sabes?

- Pero te haces daño. No me gusta que.. - pensó por un momento..¿De verdad debía seguir con la frase? no me gusta que te hagas daño..No, mejor no. - Que..La gente se haga daño, puedes cortarme a mí quieres.

Lo miró sorprendida. Era como si... todos los días fueras a cazar un venado, y de repente un venado toma tu arma, se dispara a sí misma y se amarra al tehco de tu carro.

- No lo haría... - murmuró.

Se sorprendió ante la respuesta de ella.

- ¿Cómo? ¿No me harías daño?

¿Por qué no, Casssandra?, se preugntó a sí misma. ¿Porqué no lo harías? ¿Acaso no piensas que la gente se ve mejor con heridas y sangre? Sí. ¿Entonces? Su rostro... no necesita arreglos.

Esa era su respuesta. Era la única persona que se había preocupado por ella sin conocerla.

- No lo sé... - se limitó a responder.

El corazón..Le latía fuerte, se agarró de la camisa, apretando. ¿Qué era ese sentimiento? Intento no pensar demasiado en ese sentimiento...¿Le convendría o no?

- Prométeme que ya nunca te cortarás a ti misma.