Rezo de niño

Entró silenciosamente a la Iglesia...a paso lento se dispuso a mirar el interior de la edificación, con su imponente arquitectura y esos vitrales tan maravillosos, tan artísticos. Las esculturas estaban muy bien esculpidas y tenían unos detalles magníficos. Se aproximó a uno de los asientos y se arrodilló. Fijó sus ojos en el altar, detrás había una imagen de Dios abriendo sus manos y estirando los brazos. Enrik juntó sus manos y agachó la cabeza. Cerró los ojos...y rezó...rezaba oración tras oración como si se conociera la Biblia. En un momento determinado pidió un deseo...se veían las lágrimas correr por entre sus párpados. Eran tantas que caían al piso y formaban un charco.


Por favor...te lo ruego...sólo una vez...


Lloró más aún...no había neurosis tal que le afectara dentro de una Iglesia, se sentía controlado por el mismo Dios. Cuando se hubo quedado sin lágrimas, abrió los ojos. Había pedido su deseo. Volvió a mirar la fantástica escultura que se posaba ante si, parecía como si sus ojos lo estuvieran observando. De repente miró a su alrededor, todas las esculturas lucían del mismo modo, mirándolo fíjamente. Sintió miedo.


¿Por qué...? sólo te pedí eso...por qué no...

Se abrazó a si misma, al sentir el frío viento de la noche correr libre por sobre la piel descubierta de sus brazos & piernas. Eran momentos como ese, cuando le gustaría tener un abrigo, o algo parecido. Suspiró. Llevaba un buen rato caminando en círculos por los alrededores, & lo único que le había llamado la atención era el gran & viejo edificio que formaba la iglesia.

En fin, pensó, mientras jalaba la manija de la arcaica puerta. Logró abrirla, mientras un grande chirrido metálico escapó de las bisagras. Cuando entró, se encontró con un ambiente oscuro, & callado. El aire estaba pesado, logró notar ella. Pesado, & lleno de...tristeza. Caminó con cuidado por el suelo de madera, mientras observaba los alrededores. Los vitrales de las ventanas le daban escalofríos, al igual que el sin-número de esculturas.

Casi pasa por desapercibida la otra presencia en el lugar, si no fuera porque escuchó un extraño respiro, como esos que solo das cuando estás agonizando sin aire, o cuando terminas de llorar. Ella conocía esos sonidos.

Buscó la fuente. Logró divisarlo, arrodillado frente a un altar, encorvado sobre sí mimso, como si cargara con pena en su espalda. Se acercó sin pensarlo, atraída por curiosidad & por lo misterioso & lúgubre del ambiente.

Las miradas de las esculturas se hacían más penetrantes, el aire había cambiado. Algo se le aproximaba, ¿un castigo divino? Lo merezco...pero...por favor...te lo ruego... No podía dejar de llorar, en el techo buscó cada una de las terminaciones de la Iglesia y no paró de girar su cabeza hasta haberlas visto todas. En cada una había pequeñas esculturas, en realidad eran sólo rostros. Rostros que se fijaban en él, lo acusaban, lo maldecían, le decían la verdad.


Voces en su cabeza...


Pasó de tristeza a furia, gritó tomándose fuerte del cabello y girando sobre sí mismo, sin salirse de la misma baldoza en la que estaba pisando.


¡¿Por qué, por qué?! ¡¿Por qué yo, pero qué he hecho?!


A medida se abalanzaba, las lágrimas eran desparramadas por todo su alrededor.

Se detuvo en seco, al ver a la persona--un chico. Era un chico--levantarse de forma estrepitosa. Parecía un poseído, fue lo primero que pensó Aleksandra. Lo segundo que pensó, no era un pensamiento, en si, sino que un movimiento. Se acercó más. Había mucho ruido, él estaba gritando, quejándose de dolor (interno o físico--Aly no podía reconocer.)

Pero eran los gritos. Los escuchaba resonar en su cabeza, & un millón de ecos, una legión de voces enfermizas que hacían cánticos, acompañando al chico. Escuchaba el palpitar de su corazón, como si lo tuviera en sus oídos, & no en el pecho. También escuchaba el corazón del chico. Acelerado en miedo, o en agonía, o quizá alguna extraña mezcla de ambos.

No supo cómo, pero al siguiente segundo, tenía sus manos sobre los hombros del chico, & le estaba viendo.

-Hör auf! -Aly apretó sus ojos. Sentía su cabeza romperse en dos. Sentía manos partiéndole la cabeza.- ¡Deténte! -le dijo. & una vez más.- Deténte...

La hecatombe cesó, su mundo dejó de dar vueltas, pero por inercia él seguía girando lentamente. Se detuvo al notar una figura en frente suyo. Creía haber oído sus gritos antes. ¿Era un ángel en persona quien venía a castigarlo? O quizás un demonio...


Quién es...


- ¡Aléjate! - dijo agitando un brazo pero sin tocar al ser que tenía en frente suyo, estaba completamente nervioso.

Concedió su deseo.

Retrocedió un par de pasos, & puso sus manos frente a ella, demostrándole que no había nada que temer.

-Tranquilo... -sintió un temblor involuntario en su cuerpo. Aún sentía manos en su cabeza, & las sentía adentro, raspando, arañando. Se sacudió un poco, mientras el lloro agitado que había estado presente iba desvaneciéndose, al igual que los gritos del chico. Pero el nerviosismo de él seguía presente.

Abrió y cerró los ojos contiguas veces hasta que pudo volver en sí. No se trataba de ningún ser divino, o tal vez si...pero tenía sólo la apariencia de una mujer de brillantes ojos morados y cabellos del mismo color, un tanto extraño pero combinaba. Llevaba unos vestidos un tanto sugerentes pero de buen gusto, puso cara sin expresión alguna al notarlo. Puso sus manos en los bolsillos, como buscando algo, pero no buscaba nada. Apoyó las yemas de los dedos por entre los bolsillos separadas la misma distancia entre ellas. Contó hasta 7.



- ¿Q-qué haces aquí? - dijo un tanto nervioso al finalizar la cuenta

La chica puso sus manos tras la espalda. Se encogió de hombros.

- Casualidad, supongo. -sonrió un poco, incómoda.- Parecías realmente... desesperado por algo. La forma en que gritabas era... -sacudió su cabeza, sin terminar la frase. Sin embargo, no pudo evitar sentir un delicioso escalofrío recorrerla, al recordar esos gritos. Hace tanto tiempo que no escuchaba quejidos tan necesitados, sin esperanza; hace tanto que no sentía la calidez de la sangre escurrir entre sus dedos, ni el sentir de unos ojos sobre ella, implorando.

Mordió su labio ligeramente. No era un buen momento para perder la compostura, se dijo a si misma. No cuando estás con alguien que se ve que batalla para recobrar la suya.

-¿Estás bien? -preguntó, al verlo moverse incómodo.

Notó que ella se había mordido los labios, su expresión se mostraba extraña frente a él. El aire que circulaba por la Iglesia era un tanto frío. Ya miraba con mayor tranquilidad, pero no estaba deseoso de explicarle sus problemas a aquella mujer. De todos modos no le disgustaba. Lo pensó durante siete segundos y se enruló uno de sus cabellos con el dedo índice mientras pensaba.



- Nunca lo he estado... - admitió con una extraña sonrisa.

No evitó sonreír ante la respuesta del chico. - Al menos lo sabes reconocer... -miró distraídamente los vitrales de la iglesia, que dejaban pasar rayos multicolores,- algunos les gusta imaginar que si están bien. Tal vez piensan que si lo repiten las veces suficientes, va a ser veradero... -suspiró suavemente. Ella sabía de eso.

- Yo creo que es posible estar bien...pero...hay que...tener alguna especie de ayuda... - dijo mirando hacia la imponente estatua y luego al techo, mirando al cielo...


Era muy creyente...y a pesar de todo...odiaba y amaba a Dios al mismo tiempo...le guardaba rencor por todas las malas que le había hecho vivir...pero Él era su única esperanza...


Observó atentamente, distinguió las palabras de la chica, diferentes de la gente común. Caminó por entre medio del tercer asiento antes volver a su lado, sólo lo vio y sintió ganas de hacerlo.


- Enrik...Artemius Tiamant... - estiró su mano.

Miró al chico con curiosidad, mientras arqueaba una ceja. Qué sucedía con todos en ese lugar... que no tenían miedo de tocarla.

& sin embargo sonrió, cuando estiró la mano, para tomar la del chico.- Aleksandra Steiner. Un placer.- sintió las manos del chico cálidas, en contra de las suyas heladas. Se estremeció un poco.

- Ahora, lo que estabas diciendo... de la ayuda... - lo dio una mirada, que decía ¨quiero saber más¨, sin palabras. Sonaba interesante.

- Estoy condenado...eso es todo lo que necesitas saber...y pido ayuda...al mismo que me condenó... - dijo volviendo a arrodillarse en una de las sillas, con la frente contra la fría y barnizada madera. Una chica, parecía interesada en él...pero si había algo que lo tenía preocupado...eran las chicas...





Sólo deseas a una...

- Hm... - ladeó la cabeza, al escucharlo. Se acercó a las bancas, también, & tomó asiento en una, recargándose por completo. Miró hacia al frente- ¿& te hacen caso...? ¿Cómo sabes que... te escuchan?

Dirgió su mirada al chico. Él también la estaba viendo.

¿Cómo vas a creer en algo que no puedes ver...? &... aún más importante: ¿Cómo ibas a dejar que algo te sobrepase.. que sea más fuerte que tú...? Aly suspiró. No encontraba sentido. Tal vez le preguntaría luego eso. Tal vez.

- Me escuchan...lo sé...porque gracias a ello...es que estoy vivo...pero no entienden que yo no deseo vivir así...pero Él comprende todo... - puso una mirada perdida y triste en el suelo - Lo que me ha llevado a creer que me quiere hacer sufrir...o que los demonios me persiguen...-



Hizo una pausa y abrió muy grandes los ojos, aún viendo al suelo. Recordó. Se sentó inclinándose con las piernas abiertas en 25º en relación al eje vertical.



- Los veo...los escucho... - le confesó

Los ojos de la chica se abrieron en sorpresa. Se inclinó hacia el frente. Tal vez no habia escuchado bien.

Acaso... el tambien los escuchaba?

- A quienes ves...? -le murmuró. Esperaba no sonar tan interesada.. pero seguro que estaba fallando en eso.

Pensó en los espíritus, las almas en pena que vagaban, corriendo constantemente, azotadas por demonios con largos látigos quizás...o sombras...sombras que se le aparecían y perturbaban su paz...no sabía si eran buenas o malas...siempre lo descubría...luego de ser tocado...


- Espíritus...sombras... - hizo una pausa y levantó el rostro para mirarla fíjamente a los ojos - Están aquí...

Sus ojos brillaron. -Lo se. Yo tambien las... siento.

Sonrio un momento, pero luego fruncio el ceño, confundida. Si. Las sentia, las veia. En ese momento, incluso. La mordian. Se abrazo a si misma, con fuerza. Enterro sus uñas en sus brazos. A veces el dolor que ella se causaba era incluso mas soportable que el que le daban ellos.

-Por que estan aqui...?-pregunto con suavidad, mientras cerraba los ojos.- Dime... por que estan aqui?

La miró mientras se sentaba arriba del respaldo de uno de los asientos de la Iglesia.


- Porque no saben a dónde ir...tienen miedo - le dijo con una mirada un tanto fría. Las cosas...lo perseguían...sólo para molestarlo...pero en realidad....buscaban ayuda...y como no podían pensar...le arrebataban todo lo bueno a él. Pero él no tenía nada bueno...

Abrio suavemente un solo ojo, & miro al chico. Se volteo hacia el.

-&... tu tienes miedo? -ladeo la cabeza, & lo miro con seriedad.- Porque... el miedo atrae mas miedo. & peligro. -le dio una sonrisa decidida.- Yo no tengo miedo. No a ellas.

- ¿Miedo? - dijo poniéndose de pie repentinamente. Miró al "cielo".


- Yo ya no puedo sentir miedo...

Se sobresalto un poco ante el repentino movimiento del chico. Luego recobro su perfil tranquilo.

-Te ves muy convencido de lo que dices...-arqueo una ceja, retando.

- Me entenderás...el día que experimentes el verdadero miedo... - dijo con seriedad. En verdad...Enrik no podía sentir miedo...pues el...vivía con miedo...miedo al amor, a que su amada lo olvidara, lo rechazara para siempre. Al haber experimentado ese miedo, nada más le preocupaba.

Aly lo miro un poco mas.

-Bueno... yo espero a el verdadero miedo.- sonrio, mientras miraba a otro lado.- Yo quiero tener miedo, veras. -se encogio de hombros.- Quien sabe. Tal vez llegue el momento en que... esas sombras se cansen, & se vayan. Supongo que eso me daria miedo. Estar sola. -lo miro.- Eso da miedo, no crees?

La miró atento...ella quería experimentar miedo. Era curioso...intrigante.

- Eso...da miedo... - pero él estaba solo hace ya mucho tiempo, ahora sólo tenía miedo...porque había dejado de estar solo. Y no quería volver a estarlo.