Nombre: Aleksandra Steiner. - Aly, en corto.
Edad: 16 años. Casi 17.
Sexo: Femenino.
Condición sexual: No ha pensado en ello~
Descripción: - De aproximadamente 1.62 de altura.
- Tiene cabello largo, lacio, teñido de color morado claro. (¿Por qué? Le gusta el morado.
Verstehst?--¿Entendido?)
- Le gusta usar vestidos, de todo tipo, realmente.
- Nacida en Alemania, tiene cierto acento, que es muy sutil (pero cuando se pone nerviosa, es más notable)
Marcas: Tiene un tatuaje en su espalda baja. Es un ojo... & es una ironía.
Gustos: los dulces. Tiene cierta debilidad a ellos. & las cosas brillantes. Le gusta poder ver su reflejo en las cosas; Le gusta asegurarse que ella sigue ahí. También le gusta descansar, acostarse, dejarse llevar. Le gusta jugar, & que jueguen con ella. No le gusta el silencio; & su sonido favorito, son los gritos. No importa si son de ella, o de alguien más.
Carácter: Un poco hiperactiva. (O tal vez mucho.) Terca, descuidada. Vive en el presente, & pocas veces piensa antes de actuar. Cuando está en lugares abiertos, o con muchas personas, se pone nerviosa, & paranoica. Prefiere los lugares pequeños. Es un tanto esquizofrénica. Cambia de humor constantemente, & se distrae mucho. Déficit de atención, al parecer… Pero le gusta mirar cosas. Puede pasar horas & horas observando algo.
Historia: Desde pequeña había vivido sola con su padre, puesto que su madre murió en el parto. Su padre era un tanto serio, & se desesperaba fácilmente con la forma de ser tan… simple, de ella. Era una niña muy reservada; cuando todos los de su edad jugaban & reían, ella leía, & dibujaba. Ella adoraba dibujar, porque entraba en un mundo nuevo. En sus sueños, & en sus deseos…
Un día, su padre entró a su cuarto, & quedó completamente perplejo ante los dibujos. El
Arshloch--¡el maldito! Pensaba que eran escenas grotescas, desquiciadas, & enfermizas. Llenas de rayones negros, & espirales rojas, & monstruosas visiones, que lo hicieron retroceder al instante.
Fue en ese momento, justo en el instante en que los ojos de su padre & los de ella se conectaron, Aleksandra se dio cuenta de algo grande. Había sucedido algo dentro de ella; porque el sentir los ojos de él--asustados, dilatados en incomprensión--, no le incomodaban. De hecho, le gustaba que le pusiera atención. Que la viera, que se diera cuenta que ella existía. & cuando él dejó la habitación, confundido, & sin ánimos de intentar comprender, se sintió decepcionada.
Así que fue tras de él. & le sonrió.
“Ahora si me vas a ver,” ella pensaba, mientras le sacaba los ojos. “Estoy aquí…
Du siehst krank aus--Te ves enfermo… ¿Me escuchas, Papá? ¿Me
miras, Papá?”
A Aleksandra le gusta que la miren. Le gusta la atención. Fue genial que, después de haberle hecho eso a su padre, mucha gente le hacía caso. Mucha gente en batas blancas, de hecho. Pero, atención era atención